12/06/14 Por Esther Vivas
Vivimos obsesionados por comer bien y nunca antes habíamos comido tan mal.
Los
estantes de los supermercados están repletos de patatas fritas, bebidas
azucaradas, chocolates, congelados, conservas, bollería. Nos venden una
gran variedad de comida desnaturalizada, procesada, con un "max mix" de
aditivos varios, que tiene un impacto negativo en nuestra salud. Sin
embargo, los mismos que con una mano comercializan dichos productos con
la otra nos ofrecen alimentos funcionales, "milagrosos", para combatir
precisamente los efectos perniciosos de este tipo de alimentación
"moderna". El negocio está servido.
Enfermos y gordos
La "dieta occidental", como señala el periodista Michael Pollan en su bestseller 'El detective en elsupermercado',
es responsable de muchas de nuestras enfermedades. "Cuatro de las diez
primeras causas de mortalidad hoy día son enfermedades crónicas cuya
conexión con la dieta está comprobada: cardiopatía coronaria, diabetes,
infarto y cáncer", afirma. Una "dieta occidental", con muchos alimentos procesados,
mucha carne, mucha grasa y mucho azúcar añadido, que nos enferma y
engorda. A principios del siglo XX, como señala Pollan, un grupo de
médicos observó que donde la gente abandonaba su forma tradicional de
comer y adoptaba la "dieta occidental", pronto aparecían enfermedades
como la obesidad, la diabetes, los problemas cardiovasculares y el
cáncer, que se bautizaron como "enfermedades occidentales".
El
relator especial de las Naciones Unidas sobre el derecho a la
alimentación Olivier de Schutter coincide en el diagnóstico: "Las dietas
poco saludables son un riesgo mayor para la salud mundial que el
tabaco". Y añade: "Los Gobiernos han puesto el foco en aumentar la
cantidad de calorías disponibles,
pero muy a menudo han sido indiferentes acerca de qué tipo de calorías
ofrecen, a qué precio, para quién son accesibles y cómo se
comercializan". No en vano, según datos de la Organización Mundial de la
Salud (OMS), la obesidad es responsable, en todo el mundo, de 3,4
millones de muertes al año.
Estados
Unidos es el máximo exponente de esta deriva: un 75% de los
estadounidenses tiene sobrepeso o son obesos, un 25% padece síndrome
metabólico, con mayores probabilidades de sufrir enfermedades
cardiovasculares o diabetes, y entre un 4% y un 8% de la población
adulta tiene diabetes tipo 2, según recoge la obra 'El detective en el supermercado'.
Los datos de la OMS ratifican esta tendencia a escala global: desde
1980, la obesidad se ha más que doblado en todo el mundo. Actualmente,
1.400 millones de adultos tienen sobrepeso, y de estos 500 millones son
obesos.
En
el Estado español, la tasa de obesidad infantil no ha hecho sino
aumentar en los últimos años convirtiéndose en una de las más altas en
Europa. Según el programa Perseo, del Ministerio de Sanidad y la Agencia
Española de Seguridad Alimentaria, se calcula que la obesidad afecta al
20% de los niños y al 15% de las niñas entre 6 y 10 años. En lo que se
refiere a la población en general, las cifras son, también, muy
elevadas. El estudio Enrica, promovido por el Gobierno, señala que el
62% de la población tiene exceso de peso, y de ésta el 39% padece
sobrepeso y el 23% obesidad.
Una
situación que no ha hecho sino agudizarse con la crisis. Cada vez más
personas con menos ingresos son empujadas a comprar productos baratos y
menos nutritivos. El libro blanco de la nutrición en España así lo
afirma: "En la actual situación de crisis económica las conductas de los
consumidores también se han visto afectadas. Seleccionan opciones más
económicas tanto a la hora de decidir el lugar dónde comprar alimentos y
bebidas, como el tipo, calidad y cantidad de productos". Con la crisis,
la dieta de quienes menos tienen se deteriora rápidamente. Se compra
poco y barato y se come mal. Uno de los productos que más ha aumentado
su consumo, por ejemplo, son los dulces envasados (galletas, chocolates,
sucedáneos, bollería y pastelería), con un incremento del 3,8% entre
2012 y 2013, según el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio
Ambiente.
Los
gordos, paradójicamente, en general, son los que menos tienen, y, en
consecuencia, peor comen. Mirando el mapa de la península queda claro:
las comunidades autónomas con mayores índices de pobreza, como
Andalucía, Canarias y Extremadura, concentran las cifras más elevadas de
población con exceso de peso. La posición de clase determina, en buena
medida, qué comemos. Y la crisis no hace sino acentuar la diferencia
entre comida para ricos y comida para pobres.
Doctor Jekyll y Mister Hyde
Sin embargo, los mismos que promueven una comida basura, de muy baja calidad, con un impacto negativo en nuestra salud, son quienes nos venden "alimentos milagro"
para adelgazar, controlar el colesterol, reducir el estreñimiento,
fortalecer el sistema inmunitario, mantener la densidad ósea.
Al más puro estilo Doctor Jekyll y Mister Hyde es como actúan las grandes empresas de la industria alimentaria.
Panrico
afirma vender pan, con "una miga como la del pan de siempre". Mis
abuelos, creo, no opinarían lo mismo. Más allá de los cuestionables
ingredientes y resultado de su pan, ofrece, también, Donuts Original,
Donuts Bombón, Donettes, Donettes Rayados, Donettes Nevados,
BollycaoCacaco, DipDip, Palmera de Choco, la lista continúa. Pero como
toda buena industria de la comida,
si nos "pasamos" con tanta bollería, Panrico nos ayuda a combatir esos
kilitos de más con su Panrico Línea, "para quien le gusta cuidarse sin
renunciar a su delicioso sabor", como lo define la empresa, o Panrico
Integral, con alto contenido en fibras. Panrico tiene pan pá todo.
Nutrexpa,
por su parte, nos vende Cola Cao Original, que de padres y madres a
hijas e hijos y nietos y nietas, nos repite, es "el desayuno y merienda
ideal". Nutrexpa, siempre pensando en los más pequeños, vende también
Nocilla, muy "natural" con "leche, caco, avellanas y azúcar",
¿recuerdan?, y Phoskitos, con adhesivos y artefactos varios, que ahora
saca nueva línea, el tiempo pasa pero el Phoskito no, con Mini
PhoskitosHelloKitty y Phoskitos Bob Esponja. Su gama de productos no
acaba aquí, e incluye galletas Cuétara, Chiquilín, Artiach, Filipinos.
Aunque con tanto sobrepeso y obesidad infantil, su línea de galletas
Fibra Línea o 0% azucares, así como el Cola Cao Cero o, aún mejor, el
Cola Cao Cero con Fibra están aquí para echarnos una mano.
Danone es el rey. Vende un gran abanico de yogures de
fresa, coco, plátano, macedonia, piña, limón. Aunque lo único que
tienen parecido a la fruta es el sabor y el color. En su gama de postres
destacan, desde siempre, las natillas de vainilla y chocolate, que nos
acompañaron de pequeños, y, más recientemente, las de oreo y choco
blanko, para las nuevas generaciones. No sea que con el paso del tiempo
se pierdan las costumbres... y se abandone la marca. Sorprendentemente,
estos productos se clasifican en su web al margen de los que la empresa
incluye en el apartado de "buenos hábitos". ¿Será que no lo son? ¿Al
webmaster le habrá traicionado el subconsciente? Es en esta sección de
productos donde Danone despliega toda su, teórica, preocupación por
nuestro bienestar y ofrece desde yogures Activia, "la forma más
deliciosa -como dicen- de ayudar a tu salud digestiva", pasando por los
Actimel y "su exclusivo L-Casei, que incorpora las vitaminas B6 y D"
hasta el Danacol Sin Lactosa que favorece, afirman, "una dieta sana y
equilibrada que ayudará a reducir el colesterol". ¿Qué más podemos
pedir?
Modus operandi
Su modus operandi no falla. Primero, la publicidad. Tanto para vendernos lo uno como lo otro. Aunque entre un Danone Fresa
y un Danacol no haya tantas diferencias más allá del marketing
nutricional. La inversión publicitaria no escatima recursos económicos.
En 2005, por ejemplo, la industria alimentaria de Estados Unidos gastó
más de 50 mil millones de dólares en publicidad, más que ninguna otra
industria del país. Coca-Cola, en concreto, desembolsó 2.200 millones de
dólares, un total muy superior al conjunto del presupuesto de la
Organización Mundial de la Salud, como recoge el libro 'Un planeta de
gordos y hambrientos' de Luis de Sebastián. Los pequeños a menudo son su
público objetivo principal. Como afirmaba Tim Lobstein director de The
Food Commission en un debate en la BBC inglesa: "Vivimos en un entorno
que ha sido bautizado como 'obesogénico', lleno de estímulos que nos
animan a comer, a hacer menos ejercicio y sobre todo a consumir. Se
trata de un entorno gestionado comercialmente".
Segundo, la culpabilización.
Somos culpables por comer mal, engordar, enfermar. Si engordas, dicen,
es que no tienes fuerza de voluntad. Tienes que sacrificarte, afirman.
Nos venden el paradigma de la perfecta mujer y del perfecto hombre, como
si fuera tan fácil caber en un talla 38. En definitiva, la culpa es
nuestra. Mientras, esconden las causas estructurales de tanta gordura y
enfermedad. Aún recuerdo a mi antiguo jefe como, a veces, para desayunar
pedía en el bar un chucho de crema, "rebozado" con azúcar blanco, y un
café con leche eso sí con sacarina. Nos hartamos de comer mal, para
luego sacrificarnos y comer, supuestamente, bien. Todo un negocio, el de
culpabilizar a nuestro estómago.
Tercero, el producto "milagro" y el experto. Los mismos que nos venden comida de mala calidad nos dan lecciones de nutrición y nos ofrecen alimentos funcionales,
que contienen componentes que -dicen- benefician la salud: leches
enriquecidas con ácidos grasos omega-3, ácido fólico, fósforo y cinc; yogures con
calcio, vitaminas A y D; cereales fortificados con fibra y minerales;
zumos con vitaminas. Aunque tanto producto de qué serviría sin un "buen"
experto u organización "especializada" que lo avalara. La Fundación
Española del Corazón es una habitual en prestar su imagen para respaldar
dichos productos, lo que le ha valido importantes críticas por parte de
la comunidad científica. Entre sus "apadrinados" se encuentra la
margarina Flora Original con Omega-3 y 6 de Unilever, el Danacol, leche
fermentada con esteroles vegetales añadidos, de Danone,
el suplemento MegaRed con Omega-3, el Agua de Firgas con bajo contenido
en sodio y alta concentración de calcio y magnesio. Pero, ¿cuánto
dinero habrá recibido la Fundación Española del Corazón por sus
servicios? Eso, no se sabe. En todo caso, si es una empresa de la
industria alimentaria coloque un "experto" en su vida, parece que ganará
credibilidad, sea cierto o no lo que cuente, y aumentará las ventas.
¿Cómo alimentarnos bien?
Visto lo visto, ¿qué podemos hacer para comer bien?
Como decía Michael Pollan se trata de "comer comida", lo que no es tan
sencillo como parece. "Antes lo único que se podía comer era comida, hoy
encontramos en elsupermercado miles
de otras sustancias comestibles parecidas a la comida" afirma en su
libro 'El detective en el supermercado'. Y añade: "Si le preocupa la
salud, quizá debería evitar los productos de los que se hacen
afirmaciones de propiedades saludables.
¿Por qué?
Porque este tipo de afirmaciones sobre un producto alimenticio hacen
suponer que no se trata realmente de comida". Un sinsentido: se
desnaturalizan los alimentos, para luego vendernos otros artificialmente
naturales, que nos dicen son mejores. La industria alimentaria y su
publicidad han estigmatizado la comida de siempre. Nos han hecho creer
que tomar fruta, verdura, legumbres y cereales era cosa de pobres. ¿Qué
sentido tiene exprimir unas naranjas? Si podemos tomar un Bifrutas
Mediterráneo Pascual, no solo con naranja sino, también, con melocotón y
zanahoria y leche y con 0% de materia grasa y vitaminas A, C, E. ¿Por
qué perder el tiempo en pelar patatas, zanahorias y cebolla para una
crema cuando puedo comprar un Sopinstant de verduras Gallina Blanca ya
preparado y, como dicen, "bajo en grasa, con menos sal y sin conservantes"? Parece que la comida de siempre ya no tienen "glamour".
Sin
embargo, en los últimos tiempos, las cosas han empezado a cambiar. Cada
vez son más las personas que se preguntan qué comemos, de dónde viene
lo que ingerimos, cómo se ha elaborado. La multiplicación de escándalos
alimentarios y el auge de algunas enfermedades han encendido las luces
de alarma.
El
consumo de productos ecológicos, campesinos, locales, de temporada
aumenta, aunque representa tan solo un porcentaje pequeño del consumo
global. Comer bien implica avanzar en esta dirección, reapropiarnos de
aquello que comemos, exigir que la producción de alimentos responda a
las necesidades de las personas, tenga en cuenta al campesinado y a la
Tierra, y no se supedite a los intereses económicos de la industria de
la comida. Comer bien implica comer natural. Y aunque algunos digan que
los alimentos naturales son un timo, lo que sí es un timo es cuando la
industria, a través de tanto alimento funcional y "milagroso", nos
quiere vender gato por liebre. Como dice Michael Pollan, "no coma nada
que su bisabuela no reconocería como comida". Ecoportal.net
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