Conjunto de “normas” que se
aplica en muchas instituciones educativas del País.
Imagen: Internet |
Habitualmente, escuchamos
calificativos generosos, elocuentes y emotivos sobre la importancia del
quehacer docente. Son muchos los discursos y anuncios, en su “reconocimiento”
por el “Día del Maestro” (6 de julio).
Me permito recomendarle, mi
estimado colega, seguir los siguientes pasos de manera minuciosa sino desea
frustrar su estabilidad laboral.
Primero, cuando
asista a reuniones de profesores no cometa la “imprudencia” de decir lo que
piensa haciendo empleo de su inútil honestidad intelectual. Si interviene
elogie a los directivos y exprese conformidad y complacencia con la marcha de
la corporación. No efectúe cuestionamientos, observaciones o críticas; será
considerado un disidente. Tampoco espere que sus colegas lo secunden en sus
puntos de vista, aun cuando estén de acuerdo. No olvide que en nuestra patria
se mantiene vigente “el pacto infame de hablar a media voz”, como decía el maestro
Manuel González Prada.
Segundo, si
se retrasan en el pago de sus remuneraciones (algo común en las empresas
educativas), no se sorprenda. Siempre hay “inconvenientes” para cancelar sus
honorarios. Sin embargo, los dueños salen de vacaciones al extranjero, renuevan
sus automóviles todos los años, entre otros lujos que evidencia que la crisis
solo afecta al profesor que llega a trabajar en combi. No olvide que usted es un
proveedor.
Tercero, no
sea demasiado severo en la disciplina. Por
su culpa se quejará el alumnado y lo llamarán para decirle que los “comprenda”.
Deles permiso para salir del aula, comer, masticar chicle, hablar por el
celular y hacer cuanta actividad quieran mientras desarrolla su clase. De lo
contrario, se vengarán al resolver la encuesta para evaluarlo y sus resultados
serán empleados según la conveniencia del centro de estudios.
Cuarto, no
pretenda hacer pensar a sus discípulos, dirán que es muy exigente. Si entrega
sus capacidades, habilidades, energías y buena voluntad con el afán de mejorar
su adiestramiento, contribuirá a la deserción educativa y, consecuentemente, a
disminuir los ingresos económicos. Cuidado con desaprobar muchos alumnos, será
considerado un desestabilizador de las finanzas. En una entidad de “formación
bancaria” donde trabajé (por decencia renuncié el año anterior) uno de sus
funcionarios me digo: “Usted no se da cuenta que gracias a los
alumnos llevamos nuestros frejoles a casa”. Sin duda, una “verdad”
enciclopédica.
Quinto, no hable de ningún tema que
permita al educando tener un conocimiento agudo de la realidad nacional. Puede
ser calificado de “comunista”, “anti sistema”, “sindicalistas”, etc. Dicte su
clase, resuelva consultas solo académicas, entregue sus notas y cobre a fin de
mes. Si puede hágase el sordo, ciego y mudo y verá que bien le va. Esto
último es un requisito para no ganarse conflictos y no salir del tercermundismo
moral en el Perú.
Sexto, tenga mucho cuidado con lo
que piensa, dice y sugiere. Sepa que:
“Cualquier cosa que diga puede ser usado en su contra”. Aprenda a adaptarse
o no volverán a contar con sus servicios. No se sorprenda de ser el caso que
usen su separata, syllabus, exámenes y todos sus materiales elaborados gracias
a su ejercicio neuronal, de manera gratuita.
La piratería intelectual es una práctica cotidiana y no hay derecho a reclamo.
No sea ingenuo, negocios son negocios.
Séptimo, no
espere “coherencia” en este oficio. Siempre dirán que el alumno es lo más
importante, que se preocupan por su “formación integral” y que usted hace bien
su trabajo. No se sorprenda que al concluir el ciclo de estudios no sea
programado y su curso se lo den a un recomendado. “Es política de la institución
reservarse el derecho de prescindir del docente cuando se requiera”, explicarán.
Así de “objetiva” es la evaluación de su desempeño. Hasta aquí, por ahora, con
el “decálogo”.
Octavo, De
mi parte, algunas idealistas y antojadizas reflexiones. El desenvolvimiento de
la pedagogía demanda, esencialmente, estándares morales que sean observados por
el alumno como un referente que inspire fe, ilusión y credibilidad para su
porvenir. Nuestra tarea no consiste en transmitir conocimientos, cifras y datos:
nuestra misión es constituirnos en un ejemplo personal y demostrarles, con la
consecuencia de nuestra conducta, que la vida es mucho más que un título
académico y un número acumulado de horas de prácticas. Esa es la razón
que debe inspirar a dedicarnos a esta noble misión. ¿Algún día será entendido así?
Noveno, La formación de los alumnos
debe incluir, igualmente, el ejercicio del pensamiento, la actitud crítica y el
cuestionamiento reflexivo. Todo ello, facilitará formar una sociedad de
profesionales libres y capaces de defender sus derechos y de levantar su voz
valiente de protesta ante la injusticia y el abuso. Ese es un objetivo central
de la enseñanza en una sociedad sumisa, invertebrada e insolidaria como la
nuestra. No solamente hay que darles información sino elementos indispensables
para abrir sus ojos ante el engaño, la arbitrariedad y las vicisitudes del
mañana.
Decimo, Los
profesores tenemos vocación para educar, formar, transmitir conocimiento y dar
una lección de vida. Es una tarea incomprendida, pero la vida es un
horizonte de dificultades y un manantial de nuevas posibilidades, una
oportunidad para brindar una lección de decencia, una lección insólita y
necesaria que se otorga en el aula y no desde una oficina burocrática. Mi
homenaje sincero y cálido al maestro que hace de su actuación, a pesar del
“sistema”, un apostolado diáfano, honesto y esperanzador.
Imagen: elartederecrear.com.ar |
Autor y Colaborador: Wilfredo
Pérez Ruiz (*)
(*) Docente, conservacionista, consultor, miembro del Instituto Vida y ex presidente
del Patronato del Parque de Las Leyendas - Felipe Benavides Barreda. http://wperezruiz.blogspot.com/
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