El ejército estadounidense es
responsable de la contaminación más atroz y extendida del planeta.
Foto: Internet |
Este impacto incluye el uso
indiscriminado de combustibles fósiles, gran producción de gases de efecto
invernadero y una gigantesca emisión de contaminantes radiactivos y químicos en
el aire, agua y suelo.
Las extensas operaciones
militares globales de EEUU (guerras, intervenciones y operaciones secretas, más
de 1,000 bases en todo el mundo y 6,000 instalaciones en EEUU) están exentas de
limitaciones para el vertido de gases de efecto invernadero. La investigadora política
Sara Flounders escribió: «De cualquier forma que se mida, el Pentágono es el
más grande consumidor de productos petroleros y de energía en general. Aun así,
el Pentágono sale totalmente exonerado en todos los acuerdos internacionales
sobre el clima».
Mientras los informes oficiales
de EEUU reportan el uso militar de 320,000 barriles diarios de petróleo (50,9
millones de litros), ésa cantidad no incluye el combustible consumido por los
contratistas, o en instalaciones arrendadas o privadas, o en la producción de
armas.
El aparato militar de EEUU es el
principal generador de dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero que la
mayoría de los científicos consideran responsable de provocar del cambio
climático. Steve Kretzmann, director de Oil Change International, informó que
«la guerra de Iraq fue responsable de por lo menos el equivalente a 141
millones de toneladas métricas de dióxido de carbono (MMTCO2e) desde marzo de
2003 a diciembre de 2007. (…) Esa guerra emite más del 60 por ciento de lo que
el resto de los países… A esta información no se puede acceder con facilidad,
pues las emisiones del ejército en el extranjero están exentas de incluirse en
el reporte nacional bajo la ley estadounidense y la Convención Marco de
Naciones Unidas sobre Cambio Climático».
De acuerdo con Barry Sanders,
autor del libro The Green Zone: The Environmental Costs of Militarism (La zona
verde: costos medioambientales del militarismo): «la más grande agresión
contra el medioambiente, contra todos nosotros alrededor del mundo, proviene de
una sola agencia: las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos».
A través de una larga historia de
preparativos militares, acciones y guerras, el militarismo de EEUU no ha sido
señalado como responsable de los efectos de sus actividades sobre el
medioambiente, las personas o los animales.
Durante las negociaciones de los
Acuerdos de Kyoto, en diciembre de 1997, EEUU exigió como condición para su
firma esta exenta de límites o reducciones para todas sus operaciones militares
por todo el mundo, incluyendo acciones con participación de la ONU y la OTAN.
Después de lograr esta concesión,
la administración Bush rechazó firmar los acuerdos y el Congreso de EEUU aprobó
una disposición explícita que garantizaba que el ejército de EEUU no estaría
limitado por reducciones o limitaciones para el uso de la energía.
El documental Baraka (1992)
muestra las aberraciones del ser humano con relación a nosotros mismos, con
nuestros semejantes, la falta de conciencia hacia nuestro medio ambiente, vital
para nuestra supervivencia. El capítulo empieza con la invasión de Irak por
EEUU y la destrucción de los campos petrolíferos.
Los informes de la periodista
especializada en temas medioambientales Johanna Peace divulgaron que las
actividades militares continuarán estando exentas, al contar con el apoyo de un
decreto firmado por el presidente Barack Obama que pide reducir sus emisiones
de gases de efecto invernadero antes de 2020 a otras agencias federales. Peace
aseguró que «El ejército es responsable del 80 por ciento de la demanda de
energía del gobierno federal».
Tal como están las cosas, el
Departamento de Defensa es el contaminador más grande del mundo, produciendo
desechos más peligrosos que las cinco más grandes compañías químicas de EEUU
juntas. Uranio empobrecido, petróleo, combustibles, pesticidas, agentes
defoliantes –como el Agente Naranja–, plomo y grandes cantidades de radiación
derivadas de la producción, prueba y uso de armas, son solo algunos de los
agentes contaminantes con los cuales el ejército estadounidense está
contaminando el medio ambiente. Flounders identifica algunos ejemplos claves:
Foto: Internet |
Algunos ejemplos claves:
- ● Uranio empobrecido: decenas de miles de libras de micropartículas de residuos radioactivos y altamente tóxicos contaminan el Medio Oriente, Asia Central y los Balcanes.
- • Las minas terrestres y las bombas de racimo de fabricación estadounidense diseminadas en grandes áreas de África, Asia, Latinoamérica y el Medio Oriente continúan provocando muerte y destrucción, incluso después del fin de las guerras.
- • Treinta y cinco años después de la Guerra en Vietnam, la contaminación por dioxina es tres a cuatro veces más alta que los niveles «seguros», trayendo como consecuencia severos defectos de nacimiento y cáncer que llegan hasta la tercera generación de las personas afectadas.
- • Las políticas militares estadounidense y la guerra en Irak han provocado severos niveles de desertificación en el 90% de las tierras de este país, antiguo exportador de alimentos convirtiéndolo en un importador del 80% de sus productos alimenticios.
- • En los EEUU, las bases militares encabezan la lista Superfund que incluye los sitios más contaminantes, mientras el perclorato y el tricloroetileno se van filtrando en el agua potable, en los acuíferos y en el suelo.
- • Las pruebas nucleares realizadas en el suroeste de los EEUU y en las Islas del Pacífico han contaminado miles de acres de tierra y agua con radiación, en tanto los desechos de uranio dañan las reservas de los Navajos.
- • Los barriles de químicos y solventes herrumbrosos y millones de municiones son abandonados ilegalmente por el Pentágono en bases militares alrededor del mundo.
EEUU planea una enorme
concentración de fuerzas militares, por 15 mil millones de dólares, en la isla
Guam, en el Pacífico. El proyecto, que transformaría a la isla de 50 km de
largo en un centro importante para las operaciones militares de EEUU en el Pacífico,
se ha descrito como la concentración de fuerzas militares más grande de la
historia más reciente y podría conllevar a la llegada de nada menos que a
50,000 personas a esa pequeña isla.
El abogado de derechos civiles Julian
Aguon, de la etnia chamoru –nativa de Guam–, advirtió que esta operación
militar traerá a la isla consecuencias sociales y ambientales irreversibles.
Como un territorio no incorporado, o colonia de EEUU, la gente no tiene derecho
a la autodeterminación, ni posee ningún medio gubernamental para oponerse a una
ocupación impopular y destructiva.
Foto: Internet |
Ensayos nucleares del ejército de EEUU en las islas Bikini, Polinesia.
Entre 1946 y 1958, EEUU arrojó
más de 60 armas nucleares sobre Islas Marshall. La cercana población chamoru de
Guam, que además está en la dirección del viento, todavía experimenta
alarmantes tasas de cáncer asociado.
En el Capitolio, las
conversaciones se han limitado a decidir si los trabajos de construcción
militar planificados deben otorgarse a estadounidenses del continente, a
trabajadores extranjeros o a residentes de Guam.
Pero raramente se escuchan las
preocupaciones sobre los indígenas de Guam (la etnia chamoru), que constituyen
más de un tercio de la población de la isla.
Entretanto, como si el mundo ya no
estuviera bastante contaminado por el ejército de EEUU, un nuevo plan
estratégico quinquenal de la marina de guerra esboza la militarización del
Ártico para defender la seguridad nacional, las riquezas submarinas potenciales
y otros intereses marítimos, anticipándose a que el océano Ártico tendrá vías
seguras de acceso y abrirá sus aguas hacia 2030.
Este es un plan estratégico
para las operaciones de ampliación de la flota, desarrollo de recursos,
investigación, turismo, y posiblemente podría reformular de nuevo el transporte
global.
Mientras el plan propone
«asociaciones fuertes» con otras naciones (Canadá, Noruega, Dinamarca y Rusia,
que también han hecho inversiones sustanciales en armamento militar apto para
el Ártico), es muy evidente que EEUU se ha tomado en serio el aumento de su
presencia militar y capacidad naval de combate.
Además del rearme naval
previsto, EEUU estacionó en Anchorage, Alaska, 36 aviones de combate F-22
Raptor stealth fighter (indetectables por radar), lo que constituye el 20% de
su flota en este tipo de armamento. Algunos «Puntos de Acción» del documento
Hoja de ruta (roadmap) Ártico de la Marina estadounidense incluyen:
- Evaluación de la capacidad actual y requerida para ejecutar guerra submarina, guerra expedicionaria, guerra relámpago, sistema de transportación estratégico y cooperación de seguridad regional.
- Evaluación de las amenazas actuales y pronosticadas para determinar las amenazas más peligrosas y probables en la región ártica en 2010, 2015 y 2025.
- Brindar atención a las amenazas para la seguridad nacional de EEUU, aunque también pueden considerarse las amenazas para la seguridad marítima. Detrás de la apariencia pública que ofrece la cooperación ártica internacional, Rob Heubert, director adjunto del Centro de Estudios Militares y Estratégicos de la Universidad de Calgary, señaló: «Si leen el documento cuidadosamente observarán un dualidad en el lenguaje, por una parte dicen: tenemos que comenzar a trabajar juntos… y por otra: tenemos que conseguir nueva instrumentación para nuestros oficiales de combate … Están entendiendo claramente que el futuro no es tan agradable como plantean todas las declaraciones de carácter público».
Más allá de las preocupaciones
por los conflictos humanos en el Ártico, ni siquiera se están considerando las
consecuencias de la militarización para el medio ambiente. Y, teniendo en
cuenta los antecedentes de devastación ambiental que ha causado el ejército de
EEUU, este silencio es inaceptable.
Foto: Internet |
Actualización de Mickey Z.
Mientras escribo esta «actualización»,
los drones (aviones teledirigidos) vuelan sobre Afganistán, Iraq y Paquistán,
el petróleo se derrama en el Golfo de México y el 53,3% de nuestros aportes en
impuestos es destinado al ejército de EEUU. Más sencillo, no se siente la
diferencia entre la esperanza y el cambio y el shock y el miedo… sin embargo,
los grandes medios continuarán difundiendo mentiras bipartidistas. Vincular a
los movimientos pacifistas y con los medioambientales sigue siendo un paso muy
necesario.
Como me dijo recientemente Cindy Sheehan, «pienso que una de las
mejores cosas que podemos hacer es mirar la transformación económica de la
industria de defensa hacia la industria verde, trabajando en formas de energía
sustentables y renovables, y/o a través de la comunicación con los indígenas
que están intentando reclamar por la contaminación del complejo
militar-industrial en sus tierras. Lo mejor sería comenzar a niveles locales el
reclamo por un planeta sano para la vida».
Todo es cuestión de reconocer las
conexiones, cómo nos manipulan a apoyar las guerras y cómo esas guerras están
matando a nuestro ecosistema. También debemos reconocer nuestra conexión al
mundo natural, ya que si miramos todas las cosas vivas, incluyéndonos a
nosotros mismos, como parte de un alma colectiva, ¿cómo no vamos a defender lo
que necesita esa alma colectiva con todos los medios disponibles?
Estamos al borde del hundimiento
económico, social y ambiental. En otras palabras, ésta es la mejor época de la
historia para ser un activista.
Foto: Internet |
Actualización de Julian Aguon
En 2010, el pueblo de Guam se
prepara para una militarización catastrófica, casi sin paralelo en la historia
más reciente. Planificada para comenzar formalmente este año, esta
concentración de tropas le está pisando los talones a la decisión de EEUU de fortalecer
su presencia militar en la región Asia-Pacífico.
En el centro del esquema de
realineamiento militar de EEUU se encuentra el reñidísimo acuerdo entre
Washington y Japón para el traslado de miles de infantes de marina
estadounidenses desde Okinawa a Guam. Este fatal desenlace, ligado a la
percepción estadounidense de China como amenaza a su seguridad, augura grandes
daños a la población y al medioambiente de Guam, y sin embargo, continúa siendo
prácticamente desconocido para los estadounidenses y el resto de la comunidad
internacional.
Lo ocurre en Guam es interesante,
pues mientras EEUU envía a sus soldados y ciudadanos a la guerra con el
pretexto de «diseminar la democracia» en su propia patio, toda una civilización
de supuestos estadounidenses miran con ansiedad como la gente por las cuales no
podemos votar y que están a miles de millas de distancia, toman decisiones en
nuestro nombre a costos etnocidas.
Aunque esta concentración de
tropas signifique el cambio demográfico más volátil de la historia reciente de
Guam, la población de la isla nunca ha tenido una oportunidad de participación
significativa en ninguna discusión sobre el tema. Hasta la fecha, la escasa
cobertura periodística del rearme militar se ha centrado casi exclusivamente
alrededor de EEUU y Japón, ignorando la oposición de los habitantes de Guam. De
hecho, el reportaje de Democracy Now! «Residentes de Guam se organizan contra
planes de emplazamiento militar por 15 mil millones de dólares en la isla del
Pacífico» fue el primer informe de los medios estadounidenses de consideración
en relación con este emplazamiento desde 2005. Mucho menos entonces se ha
tenido en cuenta la oposición de este pueblo.
El quid de esta historia no está
tanto en los detalles más agudos del emplazamiento militar, más bien en el
contexto político más grande del colonialismo del siglo XXI. Bajo la ley de
EEUU, Guam es un territorio no incorporado. Lo cual significa que Guam es un
territorio que pertenece a EEUU, pero no forma parte de este. Como territorio
no incorporado la Constitución de EEUU no procede automáticamente. Lo que
sucede en realidad es que, el Congreso de EEUU tiene amplios poderes sobre los
territorios no incorporados, incluyendo el poder de elegir qué partes de la
Constitución se aplican a estos. Realmente, Guam aún está bajo el mandato de la
Oficina de Asuntos Insulares del Ministerio del Interior de EEUU.
Bajo el derecho internacional,
Guam es un territorio sin gobierno propio, o colonia reconocida por la ONU,
cuya población todavía tiene el más elemental derecho a la autodeterminación.
El artículo 73 de la Carta de Naciones Unidas, que instituye los derechos de
las poblaciones de territorios no autónomos, establece que aquellos estados que
los gobiernan «reconozcan que el principio de que los intereses de los
habitantes son supremos». Estos «poderes de administración» aceptan como
«creencia sagrada» la obligación de desarrollar gobiernos autónomos en los
territorios, teniendo en cuenta las aspiraciones políticas del pueblo. Como
indican los tratados internacionales y las leyes habituales, la población
colonizada de Guam tiene derecho a la autodeterminación bajo el derecho
internacional que EEUU reconoce, por lo menos en teoría.
El despliegue de fuerzas
militares, sin embargo, revela el fracaso de EEUU en cumplir su obligación
legal internacional. Esto es particularmente preocupante ante el hecho de que
este mismo año 2010 marca el término formal del plazo –no de una, sino de dos
décadas– establecido internacionalmente por la ONU para erradicar el
colonialismo.
En 1990, la Asamblea General de
la ONU proclamó 1990-2000 como la Década Internacional para la Erradicación
Definitiva del Colonialismo. Hacia el fin de ese plazo, la Asamblea General
adoptó un plan de acción detallado para acelerar el fin de todas las formas de
colonialismo.
En 2001, argumentando la falta de
progreso real durante la primera década, la Asamblea General proclamó una
segunda década para hacer efectiva esta meta. Y esta década está terminando, y
sólo Timor Oriental (o Timor Leste) ha logrado alcanzar la independencia de
Indonesia en 2002.
En noviembre de 2009 –un mes
después de la aparición del reportaje «Residentes de Guam se organizan contra
planes de emplazamiento militar por 15 mil millones de dólares en la isla del
Pacífico»–, el departamento de Defensa de EEUU lanzó una «Declaración de
Impacto Ambiental» (DEIS, por su sigla en inglés) sin precedentes, detallando
por primera vez en 11.000 páginas la verdadera connotación de la total
militarización para Guam.
En su punto más crítico, este
emplazamiento militar llevará a más de 80.000 nuevos residentes a Guam,
incluyendo más de 8.600 infantes de marina de EEUU y a sus 9.000 acompañantes,
a 7.000 supuestos empleados flotantes de la marina de guerra de EEUU, de 600 a
1.000 personal del ejército y a unos 20.000 trabajadores extranjeros
contratados para las construcciones militares.
Este «tsunami humano», como se le
está llamando, representa un grueso aumento del 47% de la población total de
Guam en un período de cuatro a seis años. Hoy, la población total de Guam
asciende a 178.000 personas, donde los indígenas chamoru son solamente el 37%
de esta población. Estamos siendo testigos de un cambio demográfico volátil y
casi repentino, de la composición de esta isla; incluso el ejército de EEUU
admite que esto conllevará al desalojo político de la etnia chamoru. Para poner
en contexto este etnocidio, digamos que justo antes de la Segunda Guerra
Mundial, el pueblo chamoru constituía más del 90% de la población de Guam.
Como núcleo de esta concentración de tropas se proponen tres acciones
importantes:
1) la construcción de
instalaciones permanentes y de infraestructura para apoyar la totalidad del
espectro del entrenamiento de guerra de miles de infantes de marina reubicados;
2) la construcción de un nuevo
muelle de aguas profunda en el único puerto de la isla para dar paso a
portaaviones nucleares; y
3) la construcción de una Fuerza
de Tarea Conjunta para la Defensa Antimisil - modelada en la Base de Pruebas de
Mísiles Balísticos Ronald Reagan en las Islas Marshall- para la intercepción de
misiles balísticos intercontinentales.
En cuanto a los impactos
negativos, estas construcciones significarán, entre otras cosas: la destrucción
de mesetas de caliza arbolada y la profanación de sitios de enterramiento de
unos 3.500 años; también la restricción para el acceso a áreas ricas en plantas
indispensables para la práctica de la medicina indígena; la negación de acceso
a lugares de culto y zonas de pesca tradicionales; la destrucción de unas 28
hectáreas de arrecife de coral florecientes, que hoy sirven de hábitat
indispensable para muchas especies en peligro de extinción; y el sobreconsumo
de las reservas de agua de Guam, incluyendo la perforación de otros 22 pozos
adicionales.
Además, aumentará enormemente la probabilidad de accidentes
relacionados con la actividad militar. Ya ocurrieron sietes accidentes aéreos
durante el entrenamiento militar desde agosto de 2007 a julio de 2008, el más
reciente fue el bombardero B-52, en el cual murió toda la tripulación.
La presencia creciente de fuerzas
militares de EEUU en Guam también aumenta la vulnerabilidad de la isla como
blanco de los enemigos de EEUU.
Finalmente, un tema que ha
conllevado a discusiones más acaloradas sobre Guam ha sido el anuncio de que el
Departamento de Defensa, en caso necesario, sacrificará otras 890 hectáreas de
tierra de Guam para la futura construcción de nuevas instalaciones militares.
Este nuevo atraco de tierras ha sido enfrentado con crecientes protestas por
parte de los residentes de la isla, principalmente debido a que el ejército de
EEUU posee ya cerca de una tercera parte de la pequeña isla, que en su mayoría
fue ocupada ilegalmente después de la Segunda Guerra Mundial.
En febrero de 2010, tras realizar
la revisión de la DEIS, la Agencia de Protección Ambiental de EEUU (EPA, por
sus siglas en inglés) la evaluó de «insuficiente» y «ambientalmente
insatisfactoria», otorgándole el grado más bajo posible para una DEIS. Entre
otras cosas, las investigaciones de la EPA sugieren que la infraestructura
hidráulica de Guam no pueda aguantar el boom poblacional y que recursos de agua
dulce estarán en alto riesgo de contaminación.
La EPA predice que si no se
mejora la infraestructura del sistema hidráulico, la población que reside en
las afueras de las bases experimentará un déficit de agua de 49,6 millones de
litros diarios en 2014.
La agencia indicó que los planes
masivos de emplazamiento militar del Pentágono en Guam «no deben proceder de la
forma propuesta». A la población de Guam le dieron apenas 90 días para leer el
voluminoso documento de 11.000 páginas y comentar sobre su contenido; el
período de 90 días para estos comentarios culminó el 17 de febrero de 2010, con
una fecha de registro de puesta en marcha de inmediato.
La respuesta a este tema en los
grandes medios de EEUU ha sido un silencio ensordecedor. Desde que se anuncio
por primera vez el emplamiento militar en 2005, han pasado tres años y ningún
medio de comunicación de EEUU se ha pronunciado sobre el tema. En realidad, la
entrevista en Democracy Now! de octubre de 2009 fue la primera cobertura
informativa nacional de peso sobre el emplazamiento militar.
Publicado el 04/09/2012
Artículo tomado de: CubaSí.cu
Proyecto Censurado
Red Voltaire
29 de agosto de 2012
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nuestro Objetivo:
Favorecer las relaciones equitativas de género a través de la comunicación.
Estimular la diversidad cultural.
Promover el desarrollo Endógeno sostenible de los hombres y mujeres.
Consolidar una red interactiva entre las personas que creen en un mundo más equilibrado y más feliz.
Del Valle Para Todos convoca a todos y todas, para que contribuyan, cada una según su perfil, a la construcción de los valores ciudadanos.
La Humanidad espera tu aporte.